5 oct 2024

Oda a los sueños

Hace poco destruí un sueño
O por lo menos, la manifestación que tenía de ese sueño.
Dejé el hogar que estaba construyendo para ser mamá.

Lo dejé porque si bien anhelo ser madre con todas mis fuerzas,
iba a tener que dejarme a mí misma en ese hogar.

Iba a tener que vivir con la idea de la agresión como idioma primario,
de sentirme inútil, aburrida, fuera de lugar.

De normalizar que se me prohiba comer pomelo por la tarde porque la fruta engorda
Que se me rían en la cara al ponerme un conjunto sexy,
De ser llamada "aburida", pero enojarse si tengo una vida social.
De normalizar la infidelidad.

El costo de construir ese hogar era perderme,
era llorar en silencio y despertarme con los ojos hinchados
creer en las palabras que me decían que no sabía nada
y que tenía que escucharlo a él, la verdad absoluta.

Pero aun así pagar de mi bolsillo los gastos
pagarle renta a él, el dueño de la casa, a costo de mercado.
Y gastos y arreglos y plantas y comida.

No poder leer el paso a paso de la receta de ñoquis.
No poder sacar las plantas del elevador porque éso no era lo que me había indicado.
No poder ser invitada a Disney con mi familia.
No poder hacer preguntas sobre lo que me contaba.

¿Cuál es el costo de tener una familia con amor?
Me pregunté.

No es el sacrificio que una hace para ser perfecta,
que la casa esté ordenada, haya comida en la mesa,
haya un hombro de consuelo para los días cansados.

No es pagar las cuentas,
comprar ropa sexy,
hacer dieta
adaptarse a la medida.

El costo de un sueño, de mi sueño, es otro.
Es el amor propio.
El respeto propio.
El saber cuánto valgo.

Creo que sólo así podría saber
si ése sueño que tan lejando parece hoy
puede ser realidad.

Cuando el amor venga de adentro
de la transparencia, del respeto, del cariño.
Del poder hablar para construir y no destruir.

Yo no creo que haya ganadores absolutos en ninguna discusión,
debería haber dos partes que se llevan algo nuevo y pierden algo viejo.

El costo de mi sueño es mirar para adentro.