5 oct 2024

Oda a los sueños

Hace poco destruí un sueño
O por lo menos, la manifestación que tenía de ese sueño.
Dejé el hogar que estaba construyendo para ser mamá.

Lo dejé porque si bien anhelo ser madre con todas mis fuerzas,
iba a tener que dejarme a mí misma en ese hogar.

Iba a tener que vivir con la idea de la agresión como idioma primario,
de sentirme inútil, aburrida, fuera de lugar.

De normalizar que se me prohiba comer pomelo por la tarde porque la fruta engorda
Que se me rían en la cara al ponerme un conjunto sexy,
De ser llamada "aburida", pero enojarse si tengo una vida social.
De normalizar la infidelidad.

El costo de construir ese hogar era perderme,
era llorar en silencio y despertarme con los ojos hinchados
creer en las palabras que me decían que no sabía nada
y que tenía que escucharlo a él, la verdad absoluta.

Pero aun así pagar de mi bolsillo los gastos
pagarle renta a él, el dueño de la casa, a costo de mercado.
Y gastos y arreglos y plantas y comida.

No poder leer el paso a paso de la receta de ñoquis.
No poder sacar las plantas del elevador porque éso no era lo que me había indicado.
No poder ser invitada a Disney con mi familia.
No poder hacer preguntas sobre lo que me contaba.

¿Cuál es el costo de tener una familia con amor?
Me pregunté.

No es el sacrificio que una hace para ser perfecta,
que la casa esté ordenada, haya comida en la mesa,
haya un hombro de consuelo para los días cansados.

No es pagar las cuentas,
comprar ropa sexy,
hacer dieta
adaptarse a la medida.

El costo de un sueño, de mi sueño, es otro.
Es el amor propio.
El respeto propio.
El saber cuánto valgo.

Creo que sólo así podría saber
si ése sueño que tan lejando parece hoy
puede ser realidad.

Cuando el amor venga de adentro
de la transparencia, del respeto, del cariño.
Del poder hablar para construir y no destruir.

Yo no creo que haya ganadores absolutos en ninguna discusión,
debería haber dos partes que se llevan algo nuevo y pierden algo viejo.

El costo de mi sueño es mirar para adentro.

18 feb 2024

Como Amaranta
Que tejia y destegía su mortaja,
Hoy yo tengo que destejer
Todo esto que siento por vos.

Me tocan mis cien años de soledad,
No por quedar sola,
Sino por vivirlos sin ti.

Ay, amor, qué me has hecho,
Atrapándome en tu manto dulce,
ése que terminó por sofocarme
y no dejarme respirar sin ti
Pero también sin mí.

Ay, amor, lo cerca que estuvimos
de que esto fuese posible.
La vida entera,
El olor a bebé
El ladrido de los perros,
El sosiego de tu mano.

Gracias por mostrarme
Todo, todo lo que puedo llegar a sentir.
El amor desenfrenado,
El sí instantáneo
El sueño hecho realidad.

La verdad es que me lo deseo.
Sentir así. Perderme así.
Me deseo toda la enormura del corazón
Todo lo que sentí por ti 

Pero con alguien que entienda
Que la imperfección es lo perfecto,
Que en el error se encuentra el amor,
Y que la utipía
no existe.

21 ago 2022

La visión romántica y la visión realista del amor

Hay tantos tipos de amor.
Yo pensé, en mi infinita inocencia, que todo amor provenía del amor romántico.
Del flechazo.
De la pasión desenfrenada donde nada más se puede hacer
que amar.

Después fui expuesta al amor según la tradición Hindí y musulmana:
Dos familias se encuentran, arreglan finanzas,
arreglan sociales
se hacen quedar bien entre la una y la otra,
y llegan a un acuerdo.
Y juntan a los dos jovenes parte de cada una por unos 20 minutos.
En esos 20 minutos los jóvenes tienen que decidir si se van a casar.

Por un rato me desconfiguró la cabeza:
¿cómo flechás en 20 minutos?
¿y qué si te equivocás?
¿y qué si no se aman?

El punto no está en el flechazo.
El flechazo es cuento de Disney.
El punto está en aprender a amar al otro,
aceptarlo con sus cosas pequeñas
sus detalles que no importan tanto
sus excesos de alegría o de drama.
Que las personas sean personas
junto con otro.

(ni empecemos con los prejuicios sobre los matrimonios)

Siento que el amor romático flaquea
y es débil en conocer y aceptar
y a la primera de cambio
viene un divorcio.

Yo no creo que deba ser así.
Como la familia, aprendemos a amar con errores
sin perfección,
como seres humanos que somos.

A veces siento que
soy demasiado romántica
como para creer en el amor.

30 jul 2022

 El sufrimiento más grande de mi vida es elegir la soledad, una y otra vez.
Elegir no abrirme,
poner 73 candados antes de que alguien llegue al núcleo de mi alma.

No querer ó no poder mostrar 
una lágrima
una sonrisa verdadera
sostener la mirada.

No querer sentir.

Sentirme invadida cada vez que una persona busca mi mano,

alertarme ante una caricia,
asustarme ante el interés genuino de otra persona.
Todo lo que quiero me aterra, 
las caricias
los besos
las expresiones de cariño.

Me quiero hacer un bollo chiquitito y llorar
y que alguien me abrace y me diga que todo va a estar bien,
me toque el pelo
me recuerde respirar lento.

Y poder quedarme quieta 
disfrutando la simpleza 
de cualquier expresión de amor.

Carta a una amiga a la que no le puedo hablar.

Hoy perdí una amiga.
Y la verdad, no sé por qué.

Con la cantidad de falta de cariño en este mundo, ¿quién habría de dejar de querer un amigo?
Según ella, la culpa la tengo yo. Con excusas vagas y palabras que no significan nada me explica que tengo actitudes que no le gustan. Que no la llamo lo suficiente ni me preocupo por ella lo suficiente.

Y me hace sentir mal.
Me hace sentir una ser humana incompleta.
Como si yo tuviera una culpa de ser quien soy.

Nunca cambié.
y los cimientos de nuestra amistad se basaron en querer y aceptar quién era cada una.
o por lo menos eso es lo que yo llamo amistad.
El tener una persona conectada con uno mismo, más allá de los juegos que pueda traer el tiempo o la geografía.

Yo no cambié. Nunca cambié quien soy.
No soy perfecta. No soy presente. No llamo para preguntar cómo fue la clase de canto.
Me mudé tantas veces, empecé de nuevo tantas veces, que la vida me lleva a enfocarme en lo que tengo enfrente, y construir cimientos sólidos para lo que no tengo enfrente.
Yo no llamé. Intenté mantenterme cerca.
Me subí dos veces a un avión para verte.

La  traición fue tuya.
Vos quebraste lo que yo llamaba amistad.
Y el enojo es mío.

17 jun 2022

De cicatrices y sus historias

 Cuando teníamos unos 11 años a una amiga del colegio le regalaron una navaja suiza para su cumpleaños. Las navajas suizas son ésos estuches que se abren en mil cuchillos, muy práctico si sos marinero o pescador o te gusta acampar. Poco comprensible si sos una chica de 11 años.

Estábamos en clase. Loli me mostró su navaja, y yo me puse a abrir todos sus cuchillos. Era emocionante ver cómo tantos filos con tantas formas podían entrar en una pieza tan chiquita. Después de unos muy pocos minutos, vi que mi mano estaba empapada de sangre, cubierta por un caudal del cual no podía descubrir un origen: nada me dolía, nada me molestaba, pero claramente en algún lado me había cortado.

Pedí permiso y me fui al baño tratando de no mostrar mi mano ensangrentada. No quería que el colegio, extremadamente católico y cuidadoso, llamara médicos que me cosieran lo que fuera que me haya cortado. En el baño, limpiándome, descubrí la herida: un tajo grande y profundo en mi dedo gordo derecho, causado probablemente por una de las navajas, nuevas, brillantes y filosas, de ése cortaplumas. Yo veía la herida, veía la sangre; sangre muy pura que sale de bien adentro de la piel, pero no sentía dolor. El filo de ésa navaja era tan perfecto que yo sabía que ésta sería una cicatriz de por vida, pero no sentía el dolor. El corte era tan inesperado, tan poco previsible, que en ningún momento me enteré de lo que había pasado hasta que vi la sangre derramada, pero no sentía dolor.

Unos trece años más tarde, luego de escribir algunos textos y tener algunas conversaciones profundas sobre lo que le sale a uno del alma cuando te preguntan sobre la vida, Lucas me preguntó: "Pero quién te creés que sos?"

Su pregunta iba dirigida, creo yo, al hecho de que yo estaba en un momento de gran creatividad y grandes escritos sobre mis teorías de la vida (en este blog, año 2009 o por ahí). Yo escribía porque escribir es mi manera de vivir, mi manera de ver y sentir las cosas, de preguntarme cuestiones existenciales. Escribir me salió siempre natural, y sacar mis cosas de adentro (del corazón, la cabeza ó la tripa) fue siempre mi manera personal de crear amor desde mí misma -algo que cada vez nos olvidamos más de hacer.

"Quién te creés que sos?"


Pasaron otros trece años de ésa pregunta.

Y, tal como la navaja suiza, el corte en su momento no dolió, ni noté que había pasado. Pero la cicatriz me marcó profundamente. Algo dentro mío se apagó, como una planta a la que le quitan el sol y deja de poder hacer sus procesos básicos para subsistir. Lentamente, sin darme cuenta, la herida -que fue directo al alma- empezó a quitar el oxígeno de mi pluma, de mi mente. Dejé de hablar de cosas que no tenían evidencia científica, porque ahora tenía que justificar todo lo que decía, para poder tener autoridad en mis palabras y nadie nunca más me preguntara quién me creo que soy.

Y de todas las heridas, ésta es una de las que más duele.
Porque es previsible el dolor innato de la vida, las separaciones, los desencuentros, los engaños. Ésos dolores uno los reconoce al instante.

Recién hoy encuentro la fuente de esta cicatriz interna. Y mi alma respira. Y se siente liberada. Y me dice que puedo volver a escribir, porque soy parte de éste todo y eso hace que, entonces, mi verdad exista como existen las montañas o el viento.

Y ya no tengo que justificarme.




Quote del día: 

This is how it works: 
you peer inside yourself
you take the things you like
and try to love the things you took.
And then you take that love you make
and stick it into someone else´s heart
pumping someone else´s blood
and walk arm and arm
you hope you don´t get hurt
but even if it does
you just do it all again

Regina Spektor - On the radio.


4 jun 2022

 Sentada en el café número infinito de esta vida
buscando un punto de isnpiración en estos ladrillos, en estas luces, en este extraño que hace 20 minutos se confesaba oriundo de Malasia que se había enamorado de Latinoamérica y vivía en Sao Paulo.
Sentada acá te busco, a vos, a la que está metida dentro de la coraza de un árbol profundo en medio de un bosque profundo.

Te busco a vos, que tenés miedo de salir. Que el mundo te asustó, te hizo sentir sola y buscaste con todas  tus  fuerzas ser ésa persona invencible que todo lo puede y que nadie va a desrribar.
A vos que quisiste llevarte todo por delante, creyendo que podrías, creyedo que eras especial, que las emociones fuertes iban a callar en algún momento todos los gritos de tu alma.
Que tu dolor, enterrqado dentro de las entrañas de tu mente, iba a permanecer ahí si le dabas distracciones suficientes como para no tener motivos para salir y enfrentarte a una realidad que, en parte desconocías, pero que temías fuese parte de tu historia.

Viajaste o huiste.
Aprendiste o implosionaste.

Hiciste lo que pudiste.

Y hoy, sentada en este café en Mexico,
con el vacío de saber que el CaffeMorrison original fue vendido y en su lugar se instaló un diseño moderno que no sabe a Caffé Morrison,
sintiendo que éso debiera significar (¿quizá?) un cambio de casa
te das cuenta que toda la emoción, la adrenalina, las nuevas personas
las noches de baile desaforado
las amistades de extraños
las aventuras increíbles

fueron ruido.
El ruido que buscaste generar para no quedar en silencio.

Porque tu miedo es el vacío.
El vacío de que no haya más nada para afuera.
El vacío de no ser correspondida
de que tu alma no encuentre sosiego
de que nadie te entienda.

El vacío de un alma profunda
que no se puede expresar.

¿desde cuándo decidí callarla?


No cambio ni un segundo de mis 9 años de ruido. Me hicieron aprender todo lo que hoy sé.
tuve que contaminarme para poder reconocer el daño.
Tuve que rodearme de miles y miles
para conocer, realmente, la soledad.

La compañía no se cuenta con los dedos de la mano,
se cuenta con el aire del alma.


 #Escribo para entender. Entender qué es lo que pasé, en ese agujero de 9 años, donde mi alma se transformó tanto que ya no pude reconocerla. Donde fui a explorar, y al explorar al mundo, el mundo me exploró a mí. Y me dio miedo. Y no estaba preparada para eso. 

La mirada de lo ajeno, las culturas distintas, introducir del aire todo lo nuevo que pudiera conocer no era más que el abismo reflejado en mí. 

Jugué a las mil personalidades, a la Majo adaptada al sudeste asiático, Majo adaptada a Oceanía, Majo adaptada al medio oriente, a África. Siempre sentí que poder adaptarme tan fácilmente a culturas distintas era un "asset" que tenía. Pero era, tristemente, mi falta de ingredientes, mi repudio a lo que me conforma, mi desprecio hacia mis genes y mi pasado, que hizo que buscara sosiego en cualquier país que me acogiera.

La idea de una nueva vida, una nueva familia... fueron un parámetro, una estructura constante para sentirme parte de algo que, en esta vida, siento que está equivocado.

Siento la soledad de un niño adoptado que no sabe nada de donde viene su familia.

Siento que nací en otro lugar, en otra familia, en otra cultura. Y que nadie lo sabe ni lo supo jamás. 

Mi vida la formé encontrando pedazos de culturas que resonaban con mi ser, y así formando una nueva "nacionalidad"; la mía, la original, única, o lo que sea que fuere.

Elegí ser incomprendida, hablar con palabras adoptadas, expresiones de otras culturas, movimientos del otro lado del mundo, creencias y recuerdos que no se acomodan a la facilidad católica de Latinoamérica, mi región de origen. Sentía que eso me hacía única y fascinante. Lo que de tanto en tanto es real, pero la mayoría de los veces causa separación a raíz de la falta de entendimiento.


No lo sé. Ya no lo sé.

No sé quién soy.

No sé a quién amar.

A la sombra de quien una vez fui, a quien protegí bajo 70 candados,

o a la que  se aventuró al mundo dispuesta a perderse en él,

y que el mundo se pierda en mí.



25 feb 2022

 Nos encontramos cuando los dos permitimos que otras causas liberen lo que ya llevamos dentro. 

Cuando ya no nos importa la diplomacia, ni los títulos, ni las presentaciones.

Nos encontramos en ese tercer trago y esa sonrisa cómplice. En el universo del Platón. Ahí nos conocemos, nos gustamos, nos deseamos, nos entendemos.

Ahí donde nuestras pobres almas mortales descansan en la discresión de echarle la culpa a lo externo por sentirnos parte de algo que quizás allá, en el mundo real, no nos pertenece.

No toda relación tiene que cruzar el abismo de lo real y lo cotidiano.

Y yo puedo querer lo que sos.

13 dic 2021

Los "Argentinos" de cada continente

 La fama que tenemos los Argentinos es una costumbre que los argentinos solemos tomar con más orgullo que vergüenza.

Ser considerados como los vivos, convincentes y mentirosos del condado es el equivalente cultural a ser ése chico guapo que salía con las chicas más populares y se daba el lujo de romperles el corazón. Ser Argentino es, para nosotros, ésa fama que mezcla un acento ¿sexy? cuando uno dice "Che... Boludo" y ésa picardía que se espera en cualquier momento y a veces da un pase libre para decir una o dos cosas fuera de lugar.

No digo que esté bien. En rasgos generalizados, cada cultura tiene su fama. 

Los Argentinos podemos no admitirlo, pero nos gusta esa fama. Nos da un campo de juego divertido.


Cuando empecé a viajar, yo me llevé esa identidad conmigo en la valija. Y no voy a mentir, ser Argentina me ayudó a romper el hielo en incontables casos en los que uno tiene que ser interesante para hacerse amigos en un país nuevo.


Pero después empecé a entender que no somos los únicos que tenemos ésa fama.

En Latinoamérica, quizá. Pero en el Medio Oriente, hay otros Argentinos. Son los Egipcios.

En Africa, los Argentinos son los Nigerianos. O los Kenianos.

En Asia, los Tailandeses.

Los Argentinos no somos los únicos Argentinos en este mundo.

Los Egipcios tienen, también, ese je ne sais quois que los hace un poquito pícaros, picantes, divertidos y con un poco de peligro. A un Egipcio no me era fácil perderlo en un discurso, sostener una retórica que me hiciera convencerle de algún asunto que se discutiera en la mesa. Ni hablar de negociar con un Egipcio, nunca gané. Cómo me divertía hablar con los Egipcios! Nunca nadie se tomaba las cosas en serio.

Los Kenianos son los reyes del cuento del tío (el "cuento del tío" es el nombre que recibe en Sudamérica (principalmente Argentina, Uruguay, Chile y Bolivia) un tipo de estafa, en la que se aprovecha de la confianza y ambición de las personas por obtener grandes beneficios fácilmente). Cuando la gente de mi oficina no quería venir a trabajar, generalmente la excusa era una abuelita o tía muerta. Había un pibe en mi oficina que mató al menos tres o cuatro abuelas en menos de un año. Yo sabía que era mentira, pero ¿qué le vas a decir? ¿que te traiga el certificado de defunción? No. Encima tenés que jugar su juego y sentirte mal por ellos y desearles lo mejor, cuando sabés, dentro tuyo sabés, que están en la casa tirados con resaca.

Ser Argentina no es ser Argentina sino es ser de éste grupo de personas en el mundo que jugamos haciendo trampa un poquito. No hablo de la trampa turbia, sino la "trampita", el doble sentido, la letra chica, la promesa adornada con moños, confites y guirnaldas.

Hay gente que es eléctricamente irresistible. Y los hay en todos lados y en todas las culturas. Y por suerte fui Argentina lo suficiente como para darme cuenta, y divertirme con éso, con ellos, juntos, sin susceptibilidades de por medio y una chispa de picardía en el ojo. Encontrar complicidad en una persona que se nos hacía diferente es uno de los sentimientos más gratos de este mundo y uno de los mejores sabores de viajar.


Quote del día: (en el "souk", que es el bazaar) "Hello mi friend! Come inside! I have lamps, I have rugs, I have decorations! You want nothing? I got nothing! Come in!


20 sept 2021

La mala educación Vol II.

 Hace mucho tiempo escribí el primer post sobre la mala educación en respuesta a lo que a mí me parecía era una pérdida de valores asociada con la inmersión de las caras de la gente en los telefonitos.

Ese momento en la humanidad en el que dejamos de saludarnos, dejamos de vernos la cara y comenzamos a temer a quienes nos miran a los ojos. Ese momento en el que la vida de un tercero, que hasta quizá nos cae mal, agarra nuestra atención cuando estamos justo enfrente de la gente que más nos importa.
Ese momento en el que una app o cualquier estupidez nos ayuda a escondernos de la innata ansiedad que sentimos todos cuando estamos rodeados de otras personas. 

Callar es más fácil.
No participar es más fácil.
No exponerse es más fácil.
No hacer el ridículo es más fácil.

Pero las relaciones de quien calla son insípidas.
Por obvio que parezca, el silencio es el creador de lo inmóvil.
Y el silencio genera silencio. Y vacío.
Y después la gente se pregunta por qué ya no habla más con quien hubo reído a carcajadas un tiempo atrás.

Las conversaciones con quien asiente en todo son aburridas.
Quien asiente no agrega nada nuevo. Quien asiente, calla.
Quien coincide en todo lo que se dice es un persona sin sal: físicamente es igual a todos, podría ser el manjar más exquisito, pero la decepción viene cuando uno se entera que no tiene gusto a nada.

Callar. Mentir. No saludar. Asentir. No agregar. No inquietarse. No conectar.
Estos creo son los pecados de la Mala Educación.

Y yo me pregunto,
¿Cuándo dejamos de buscar el alma en los otros?



Quote del día: "Hay que aplicar el automarketing" By una *influencer* del momento

15 sept 2021

 Cuando alguien me gusta
(no me pasa seguido)

y sólo quiero hablar y verlo
y que me cuente cosas
y me construya una historia
de todo lo que fue antes de cruzarnos.

No me canso de los abrazos ni los besos
ni de ser acariciada.
Ni de las miradas,
no me canso nunca
de las miradas.

Buscar complicidad,
reírme por dentro
cuando encuentro algo
que resuena con mi alma.

Conocer a alguien y empezar a descubrirlo
sin preguntarse por qué
o para qué
sino simplemente descubrir a alguien
que entre vergüenza y ego
empieza a mostrar distintos rincones.


Cuando alguien me gusta
me vuelvo un bicho raro.

18 jul 2021

Pinches mudanzas

Me mudé exactamente 23 veces desde que tengo 21 años.
11 veces me mudé de país.

23 veces puse todas mis pertenencias en valijas y entré en un lugar nuevo con la ilusión de recomenzar.
No podía recomenzar. No estaba cómoda. No estaba lista.
Eventualmente me di cuenta que el problema no eran los países, o las culturas, o las mudanzas. El problema era que no iba a poder recomenzar si, entre todo mi equipaje, llevaba toda una vida emocional inconclusa. Una madre bipolar y violenta pero llena de amor en sus momentos lúcidos, un padre jugador al que yo adoré toda mi vida aunque haya perdido el patrimonio familiar entero, una cuna de oro que se convirtió en papel de diario, una infancia sin amigos, marcada por las diferentes culpas que impregna el extremismo de la iglesia católica. Yo creía que mi infancia había sido feliz, y cuanto más pienso, más recuerdo todos los momentos que mi mente borró para protegerme.  

La última vez que volví a Buenos Aires fue en Junio del 2019.
Volví para quedarme. Porque necesitaba mis afectos, mi familia, mis amigos, un amor, un poco de raíces.
Mi alma era uno de los agujeros negros de este universo, chupando todo lo que encontraba y destruyéndolo al instante. Era negra, y estaba cayendo infinitamente en un vacío sin gravedad. Yo pensaba todos los días que ése era el día de mi muerte. Nunca lo era.

Hasta que di con Ana y Ana me cambió el juego.
Ana es psicóloga.
Me dijo que tengo que destruir todo lo que construí, y volver a levantarlo con los mismos materiales. Hay muchos que habré de descartar, y muchos otros, que antes no había usado, hoy serán los pilares.

Me puse a trabajar. ¿Y cuál era el trabajo? Salir a caminar. Respirar hondo. Pensar. Escuchar música. Pensar de nuevo. Buscar sentido, o quizás no, quizás amigarme con la idea de que algunas cosas no tienen sentido. Investigar sobre mis padres, de dónde vienen, cómo fueron sus infancias, qué los llevó a ser como son. Investigar sobre mí. Creer en cosas nuevas. Percibir la energía.

Y todo cambió. Cambió para bien.
Del miedo pasé al valor. A encontrar un trabajo que me hace feliz. A ser más yo y menos ella. Ella, mi superyó que menciono en varios textos. Respiré.

Y de pronto, de un día para el otro, en un transcurso muy veloz de la historia, me encuentro en un aeropuerto escribiendo este texto mientras espero mi vuelo a la Ciudad de Mexico. Mexico es el único país en el que siempre estuve a gusto. Antes de volver a Argentina, pensé muy seriamente mudarme a Mexico. Pero no, ese no era el momento. Tenía que ir a mi país, ver nacer a mi sobrino, vivir mi familia, ver mis amigas de toda la vida, acomodarme, rearmarme, tener charlas importantes con muchas personas, encontrar-me.

Ahora sí es el momento.
Y de todas mis mudanzas,
ésta tiene aires de ser la última.

9 jun 2021

Mi mus(o)

Estoy segura de que nuestras almas se cruzaron antes en la historia.
Tu cara,
la reconozco.
Yo te reconocí desde el primer día.

No sé quién fuiste,
quien eras,
pero yo a vos te conozco
desde antes de conocerte.

Quien mostrabas ser,
quien creías que mostrabas ser,
quien te vendías a vos mismo.
Y quien sos
en realidad,
yo lo sé.

Creo que lo que más bronca me dio siempre
es que aun cuando
tus misterios se desnudaban frente mío
vos seguías jugando "el juego"
cuando yo por dentro pensaba
conmigo
no.
Yo te sé.

Pasaron doce años.
Me cruzo con la avejentada imagen
de tu recuerdo
y aunque tu alma antigua 
no guardó recuerdo alguno de mi ser,
y aunque me enseñaste y me heriste más que nadie,
aunque sigas en el mismo planeta que yo
con este silencio insoportable
y este dolor olvidado
y este perdón perdonado,
aunque te odié más de lo que te quise
yo a vos
te escribí los mejores versos.


15 may 2021

Mi dilema con comprar zapatos

 Mi problema con los zapatos es que, cuando quiero un par de zapatos, no paro hasta encontrar *exactamente* el par de zapatos que tengo en la cabeza.
Tienen que ser de la misma tela, el mismo modelo, el mismo color, la misma forma que hay en mi cabeza.
Y a no ser que yo misma me vuelva zapatera, eso nunca -pero NUNCA- pasa.
Yo no sé negociar conmigo misma.

Cuando quise algo, lo quise a fondo. Y lo busqué, en cada rincón de la tierra, lo que tengo en mi cabeza (a esta altura no te debería sorprender el hecho de que nunca encontré nada de lo que buscaba. *exactamente*)
Porque no sé negociar conmigo misma.
Y me pregunto si en realidad no hube encontrado todo, pero no lo ví, porque no era *exactamente*, lo que buscaba.

Al principio pensaba que no parar de buscar o crear era una cualidad de la gente "ganadora". George Bernard Shaw decía que el progreso depende de la persona que adapta el mundo a sí mismo en vez de adaptarse ellos al mundo; y yo quería ser un agente de progreso mucho más de lo que quise ser una persona que se adapta.

Pero George  Bernard Shaw no explicó que su teoría no aplica a todas las cosas. Que se aplica a las grandes cosas que hay que cambiar, quizá una, dos o tres como mucho en esta vida. Me debería haber explicado que es una tremenda pérdida de tiempo pasar dos meses buscando en todas las zapaterías el muy pequeño porcentaje de posibilidad de que a alguien se le hubiera ocurrido *exactamente* el mismo modelo de zapatos que yo tengo en la cabeza. 
Yo no encontré nada. Exactamente. Pero encontré todo, medianamente.
¿nos conformamos con medianamente?

A veces debería. El esfuerzo que se le pone a buscar el zapato perfecto no es el mismo esfuerzo que se le pone a las preguntas más trascendentales de la vida, como ¿cómo paro con las injusticias en este mundo? --- Ahí pues, es donde uno no puede adaptarse.

Yo nunca quise vivir en Argentina, y soñé con llegar a Londres, mi ciudad preferida en el mundo, y trabajar ahí y ser londinense y eventualmente casarme con un señor que dijera "Bo-ehl" en vez de Bottle.

Y el buscar Londres me hizo irme a Nueva Zelanda, una ex colonia inglesa, con la idea de lograr residencia, y entonces pertenecer al Commonwealth, y entonces poder ir a Londres. Ése era mi plan en 2008. Pero luego de varios meses de vivir en Nueva Zelanda, cuando finalmente me ofrecen una VISA para quedarme, la VISA era para ser asistente de cocina en un bufete de abogados. Y yo era mucho más en esta vida que una asistente de cocina, y me pregunté Qué valía más, si Londres o mi carrera. No quería ser una sudaca más, lavando platos, llamándose Mariah, siendo Brasilera o Colombiana o wherever you are from in South America.

Fue el ego? Volví a mi país a ser alguien en vez de quedarme en Nueva Zelanda siendo nadie.
A veces abro una historia paralela en mi cabeza y me pregunto qué sería de mi vida hoy si me hubiera quedado en Nueva Zelanda siendo nadie, y hubiera escalado desde más abajo mi escalera para lograr ser alguien. Quién sabe.

¿Era eso conformarse y quedarse en la mitad de un sueño, no *exactamente* como lo había creado en mi mente, pero que quizás me hubiera funcionado para cumplir mi meta final, que era quedarme en NZ y lograr ser del Commonwealth, y ahí mudarme a Londres?
Estaría hoy en Londres?

"Nothing ever goes according to plan" me decía mi novio kiwi Julian, una de las personas más inteligentes y autodestructivas que conocí en mi vida. Julian tenía razón. 
El plan debe cambiar. 
Siempre.

5 may 2021

Your life together

Había una angustia que no tenía nombre. Yo la sentía, la reconocía, tenía ese sabor que me dejaba pero no estaba materializada en nada. Era un dolor en la parte de atrás de mi pecho. Todos sabemos de qué hablo.

Un día, me empecé a dar cuenta. No era dolor. Era presión.
Y era presión de algo que sentimos todos pero no lo sabemos, o no lo hablamos.
La presión del poco tiempo que hay para "hacer algo con nuestras vidas"

En mi cabeza, yo tengo y tuve una vida fantástica. Muy poca gente puede decir que vivió en las partes más recónditas del planeta y tiene amigos con nombre y apellido en tantos países.
Sin embargo, siento la presión de que "no hice nada con mi vida"

Y mas aun ahora, con los medios y las redes diciéndote que si no sos famoso, o emprendedor, o CEO antes de los 30, no valés tanto.
¿En qué momento empezó esto?

¿En qué momento había un solo paquete de vida?
Estudiar - Trabajar - Tener exito (primero) - Casarse (segundo) - tener hijos.
Si la quedás en alguna de estas etapas, no valés tanto.
Si no tenés un buen trabajo, no valés tanto.
Si no te va bien... sos tibio
Si no te casaste, es porque nadie se quiere casar con vos

En qué momento pusimos tantos términos y condiciones al mero hecho de vivir?

19 mar 2021

( )

Soy un paréntesis.
En la vida de los otros, soy un paréntesis.
Vivía acá. Construía acá. La gente contaba conmigo para sus anécdotas futuras y cercanas. Yo estaba en su mapa y en su historia. Era parte de algo.

Y me fui.
Y volví.
Soy un paréntesis de ocho años.

El mundo siguió, para todos, pero no para mí.
La gente me ve y ve la persona que ellos conocían antes.
Y se relacionan con la persona que yo era antes.
Y me hablan de las cosas que hablábamos antes.

Sí, es difícil adaptarse. Sólo yo conozco mi historia, porque es un poco más compleja que la historia común. 

Yo decidí cambiar de vida, cada 10 meses, por ocho años. Tengo que admitir que no había manera de seguirme el rastro. Yo decidí pasar de vivir en un país asiático, a uno musulmán, a uno tribal, al caribe, a la savana. Yo decidí aprender a hablar inglés en incontables acentos distintos, con lunfardos distintos, con expresiones distintas salidas de culturas distintas donde ninguna se parecía a la mía pero al fin y al cabo todos somos humanos y todos nos parecemos. 

Es inevitable que quienes me conocieron previo a mis viajes, quieran reencontrarse con la persona que se fue. Porque fue a ella a quien extrañaron, a ella a quien esperaron. Fue a ella que le permitieron abrir un paréntesis por tanto tiempo con la ilusión de que un día volviera y pudieran, finalmente, seguir con su relato. 

Pero ese relato se fue tan pronto yo me subí al primer avión.
Y aunque aún soy la persona inocente que se emociona por todo en este mundo, no soy ella.

Resiento la persona que era porque esa persona es quien se quedó con todo. De tanto en tanto me pongo una máscara y juego a ser ella sólo para acomodarme, pero no es real y no soy yo.

Viajar es mucho más solitario de lo que se imaginan.

13 abr 2020

Monopoly

Tiempo de cuarentena. Tiempo de ????, ????? y sobre todo ?????!?!??!

Hay mucho tiempo y poco tiempo para los que no sabemos administrar.
Yo no sé administrar.

Estoy en la casa de mi hermana, de verdes y árboles y sobrinos de edades de amor limpio.
En lo de mi hermana se juega al Monopoly. No de vez en cuando, sino de la manera en la que, en la mayoría de las casas, estamos jugando algún juego compulsivamente todos los días.

Yo no sé administrar.
Es algo que aprendí jugando compulsivamente al Monopoly.
Nunca gano.

Pero aprendo, porque eso es lo que hago yo. Aprendo.

El Monopoly me enseñó que yo apuesto al débil. No me importa mi juego, yo voy a jugar para que el débil se haga fuerte, y para que el fuerte no asfixie al resto.
Juego a buscar igualdad de condiciones. A que todos tengan sus casitas. A que la codicia no gane.
Nunca gano.

Y me pregunto qué tan bien está ser así.
Pues claro que ayudar al débil es lo correcto y que frenar al ávaro también es deseable. Pero en el medio me olvido de mí, también parte de este sistema de juego (de vida?), en el cual, una y otra vez, termino perdiendo, contra el débil y contra el avaro.

Quizá la vida sea así también. Uno no vive del amor, salvo Lucre, mi amiga que construyó su patrimonio familiar con una red de telos.
Uno vive también de tener un poco de egoísmo. Porque sos la única persona que va a pensar en vos. Porque todos estamos tratando de construir casitas. Porque todos ganamos, y al ganar alguien pierde. Es la vida, y se puede ver de varias maneras. Ganar no está mal. Quedarse en el medio está mal. Querer ganar y no poder por pensar que actuar en interés propio es sucio. Me gusta y no me gusta pensar así. Siento que si decido cambiar voy a ir a matar gente hambrienta con mis propias manos.

Ganar no está mal.
Pero va a pasar un tiempo hasta que gane en el Monopoly.

23 mar 2020

A.D.D

Quedarse adentro.

Quedarse adentro porque la vida te obliga, la ley te lo dicta y la sociedad te condena. Quedarse adentro porque afuera el aire es malo y todos pueden ser tus enemigos si sus partículas llegan a tus partículas y quizás te maten. Porque no podemos permitirnos hacer crecer lo malo, la enfermedad, el riesgo a los viejitos, el miedo a la muerte.
Quedarse adentro porque todos necesitábamos una catástrofe.
Todos necesitábamos entrar. Sentarnos. Callarnnos la boca un rato.
No hacer nada.
Pensar en eso que siempre decimos que vamos a pensar y después hundimos nuestra cara en la pantalla del celular cuando la oscuridad de la noche nos invita a otra cosa.
Ojalá se caiga internet.

Algo que no podemos silenciar es el silencio. Qué cosa tan aterradora, pensar en lo que uno viene pateando al final de la cabeza hace años. Cuando todos los pensamientos se disipan, el estrés de la vida cotidiana y el nimio enojo acerca de la falta de leche deslactosada no tiene razón de ser. Cuando el hecho de que el mail llegue tarde o pase un niño detrás de la cámara en medio de una teleconferencia ya no es problema. No, no esas cosas. Eso no es lo que importaba.

Cuando el pensamiento de Qué pasó con eso que una vez soñaste? aparece.
Ahí te quiero ver culpando la falta de leche deslactosada.

Tu lucha era otra.
Te enfocaste en lo que creías que te iba a mantener a flote
y te diste cuenta que tu lucha era otra.

14 nov 2019

Today.
Today I sit next to Pablo
and grab a blue brush. And a blue watercolor. And a blue Guitar.
and a blue canvas. and a blue face. and a blue tone. and a blue bowl of nothing. and a blue illusion. and a blue road. and a blue cover. and a blue smile. and a blue lie. and a blue friend. and a blue hug. and a blue expectation. and a blue, fast-beating, anxious heart. and a blue face where I pretend I am great and everything is fine.