Él estaba sentado en una mesa de las de afuera a la izquierda. Interesante elección: solitaria, soleada, buena vista, pero alejada.
Ella encontró este espacio, relativamente cerca, relativamente lejos. Lo encontró por él, porque desde la fila de la caja le había descubierto esos enormes perfectos ojos celeste-transparentes que obnubilaron su criterio de juicio o acción. Esos ojos que a ella le significaban más que todo lo que hubiese querido en este terrenal y llano mundo, esos ojos en los que se pudiera perder bajo cualquier pretexto, detrás de cualquier persona que fuera que estuviera albergando esos ojos.
Abrió su libro en cualquier página, miraba la hoja y miraba la mesa. Cuando miraba la hoja desesperaba por mirar a la mesa, cuando miraba la mesa el tiempo le pesaba y la simple acción de mirarle era la misma definición del edén.
Él, concentrado en el teléfono.
Ella, tomando de a cuentagotas su café.
Buscando el momento justo en el que él se distrajera, y por un segundo, uno sólo, sus miradas se encontraran. Ella sabía que en este caso él iba a comprender que no debía decir nada, no había sinceridad más pura en ella que la de ese momento: era suya, sin ninguna pregunta, sin ningún prejuicio, sin ninguna duda.
De repente él quita la vista del maldito teléfono.
Agarra su expresso
y lo toma de un sorbo.
Busca algo en su bolsillo
Billetes.
Los deja en la mesa. Se va.
Ella lo mira, sentada, libro en mano, miedo en pecho, cemento en pies.
¿Qué le diría?
Temblaba.
Nunca le había pasado nada remotamente parecido.
Ella no creía en nada que no pudiera comprobar.
Pero hoy, un nuevo hallazgo científico: existe. Sí, y a primera vista.
Él se fue. Él no miró. Él no la vio. Nunca la vio.
Ella no se levantó. Cortaría sus piernas pero no corrió.
Y así nació
otra historia
de un quizás.
Quote del día:
- So what do you girls do for a living?
- Well, she's a producer, she is a lawyer, she has a fashion brand, and she... she is a bomb. Well, somebody's gotta do it!
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