7 may 2019

Escribí una hora y la vida empezó a tener un poco más de sentido.
A mi izquierda, el teclado de la laptop. En la página número ochoacostado en la que tengo que ingresar los datos de mi historia laboral.
A mi derecha, el iPad. Con Pinterest abierto en una frase de una tal Nikita Gill que dice [writers are dangerous people]

Miro la pantalla con el CV, sigo escribiendo lo buena que soy haciendo todo. Son las 9:08pm.
En la parte de atrás de mi cabeza, en ese ángulo de 90 grados entre el cuello y el cráneo, en esa mi parte de Africa de justo abajo del Sahara (para los científicos, el hipotálamo, para los geólogos Camerún), ahí hay una molestia, una náusea que me pide que vomite palabras.

Arriba, un cartel escrito por mí que me comanda que haga de mi vida algo épico.
Abajo, mis pies, tocando el piso Argentino, al que decidí volver no por decisión sino por necesidad. Necesidad de volver a sentir algo. Necesidad de que me rompan el corazón. Necesidad de que algo nuevo se mueva adentro mío.

En el medio, yo, una vez más no dándome el lujo del espacio necesario de quien ha cambiado de código postal más veces que de esmalte en sus uñas.

Y ya no puedo llenar más el formulario del CV.
Y ya no puedo nada más que volver a mi Caffé.

Ante todo, soy escritora.
Escritora con déficit de demasiada atención a-todo-lo-demás.

Escritora que se fue a ver historias en el mundo, a llenar la carta de mi caffé de tragos nuevos, licores fantásticos, mozos que se sientan a contarte historias, platos que no aparecen en el menú y cuartos escondidos.

HOY
pienso que todo lo que fui a buscar se oscureció de licores que te causan palpitaciones, pescado en mal estado, mozos que te traicionan y cuartos de malos pecados.

Resulta que el mundo no era tan lindo y que interciambié sabiduría por inocencia sin opción a devoluciones.
Que no siempre se gana.
Que no todos los viejitos serán tus amigos.

Mi cabeza se abrió en dos y entró todo lo que pudo entrar. Ahora me queda  transformarlo en poesía, los días de semana, a las 9:08pm.




Quote del día: 
Writers are dangerous people. 

Never take a writer 
for granted. 

They are snipers 
armed with words. 
They know 
how to aim 
with sentences, 
how to fire
with paragraphs, and
how to inmortalise
their kills
in verse.

Nikita Gill