8 nov 2014

Adaptación y las maneras de ver al Coco.

Uno piensa que puede hacer de su vida lo que quiere, pero no es así. O no como quiere.

Hay una gran diferencia entre lo que se quiere y lo que se puede. Y esto no es una lectura del amigo al soldado derrotado, a quien le intenta reconfortar con la idea de "más no podías hacer", sino al mismísimo hecho del soldado que pudo hacer más, e hizo más, pero ese más cayó sin contención hacia un vacío infinito sin dueño ni propósito.

Cuenta la historia de una chica que se concentró en hacer más.
Y lo hizo.
Y  quedó varada en ése limbo entre donde llega la capidad de entendimiento y autoanálisis y ese extra que, no sabiendo cómo, llegó sin preguntarse por qué, o cómo, o con qué sentido.
Quería viajar.
Y viajó.
Y se encontró en lugares remotos, sin descanso, sin proceso, con metas fijadas y obviando la más pura de las necesidades del cambio: la adaptación.

Adaptarse no es fácil.
Uno cree que adaptarse es ponerse en sintonía con los vaivenes de una experiencia nueva. Uno cree que adaptarse es moldear la propia rutina al nuevo esquema planteado, y conseguir incorporar lo que nos hace "uno mismo" a estas circunstancias.
Uno cree que adaptarse es seguir siendo uno mismo en ámbitos que hasta ayer fueron ajenos.

Pero adaptarse es otra cosa. Es cambiar la idea del uno mismo para formar otro nuevo yo. Es tomar lo nuevo y enseñarse a digerirlo como reconocible en este mamarracho de cosas que nos pasan por la cabeza y que intentamos, absurdamente, de ordenarlos para  evitar el mal de los cables enredados.

Adaptarse es mantener las raíces firmes, mientras el agua cambia, el viento sopla, y nuestras hojas buscan la luz del sol en un punto distinto al que solían buscarlo. Es movimiento lento, de confusión, de incertidumbre y de vacío. Hasta que nuestras hojas no encuentran de nuevo esa gota de luz no estarán tranquilas, la fotosíntesis interna se nos desequilibra, y todo este organismo que somos intentará, ansiosamente, volver a la normalidad en este hábitat impuesto.

Papua Nueva Guinea me está explicando todo esto.
Me explica que hay lugares en el mundo que  difieren de lo que yo considaba el concepto de sociedad.  Me cuenta que, si bien hay una familiaridad entre todas las estructuras de todas las ciudades; también hay otro mundo, en el que sumergirse para pasar a ser otro nuevo ser.

Papua Nueva Guinea no es un país ambicioso. Y yo sí soy un país ambicioso.
Papua Nueva Guinea no quiere crecer más de lo que quiere. No quiere hacer más de lo que podía hacer. Papua Nueva Guinea quiere comer su Coco caído del árbol, pescar su pescado del mar y fabricar su casa con madera del bosque. No quiere una ciudad cosmopolita, un puerto moderno, una mansión con flores perfectamente arregladas que dan a una pileta cristalina. Papua Nueva Guinea sólo quiere asegurarse que siempre haya Coco en su árbol para poder comer.

Y yo, con mis ideales de cemento, de evolución tecnológica, de prosperidad (qué es la prosperidad sino llegar a un punto estable de lo que uno quería ser para encontrar la paz?)... yo quedo entre lo que, por semanas, creí que era algo que "ellos no entendían", cuando la que no entendía era yo.

Papua Nueva Guinea quiere que siempre haya coco en su árbol.
Yo quiero que haya un sistema de árboles que den cocos en distintos momentos, quitando los nutrientes necesarios como para poder dejar descansar a los árboles de cocos, crear nuevas plantaciones para que el remanente sea exportado a nuevos horizontes, y así hacer plata, para crear el puerto moderno y la mansión con flores perfectamente arregladas que dan a una pileta cristalina. 

Adaptación.
Papua Nueva Guinea quiere que siempre haya coco en su árbol.
Y quién soy yo para juzgar las ambiciones.


Quote del día: "Como el italiano que hace zapatos y el argentino que hace asado,  los filipinos limpian" By El Conquistador

8 abr 2014

El fuego

Explicar la idea del fuego a la gente es, irónicamente, ahogarme en un vaso de agua. El fuego que me quema, que se siente por mis venas cual si fuesen glóbulos amarillos y azules recordando cada milímetro  del interior de mi cuerpo, el fuego. La urgencia de que todo cambie a toda hora, de no quedarme sentada mirando cómo se me escurre la vida por las manos sin retener todo aquéllo que en mi mundo imaginario iría coleccionando de personas, objetos, pensamientos y anécdotas que se quedarían en algún espacio de mi mente y volverían a mí en el preciso instante en el que me siente frente a mi máquina de escribir posicionada milimétricamente en medio de una mesa de madera que da a la ventana del lago con niebla de mi casa de Islandia, dentro de unos 30 a 40 años. Ese fuego que no me llama porque no tiene voz, porque está adentro mío y me hace consumirme lentamente, ese fuego de una agonía feliz que me deparó la vida que elegí vivir desde que tengo recuerdos de querer una vida en especial.

¿Cómo explicarle a la gente el fuego?
El denso dolor del cambio de química en la materia, el calor de la mutación, no la destrucción sino la hipnosis que se siente cuando se mira al fuego y los objetos que lleva dentro e indefectiblemente transforma, haciéndolos bailar bajo el sonido de una madera que se quiebra, una humedad que muere, y si queremos llevarlo a metáforas malgastadas, unas cenizas que se  reducen de las cuales nacen otras cosas.

Yo soy la auténtica chica de Fuego.
Que me vengan a hablar de la actriz del momento y su estúpida película plagio de una mucho mejor que se llama Battle Royale.
Pero mi fuego es interior. Mi fuego  me toca y me quema, y mi cara no queda calma. Mi fuego es invisible, impalpale, inoloro pero está ahí, más real que las verdades científicas. Yo lo conozco, yo lo siento, y no lo  puedo compartir con nadie que tenga miedo de quemarse, porque al quemarse uno muta, aunque la esencia sobrevive, el cambio causa dolor (siempre) y a la gente no le gusta el dolor tanto como a mí, que me carcomo la agonía y algunas veces la vuelvo poesía. Pero no siempre.

El fuego que me exije preguntarme todo, preguntarte todo, entender y saber y si no logro entender por lo menos ponerme en el lugar de quien lo entiende, y tratar de llegar al raciocinio desde esa cabeza y no la mía. El  fuego de hacer cosas que no son propias de mi ser, sólo para saber qué se siente. Abrir la puerta del mundo de  un otro y preguntarme, preguntarte y entender, y si no logro entender por lo menos ponerme en ése lugar.

Hoy un Brasilero me preguntó cómo es que llegué a Kuala Lumpur.


Quote del día: "This is not heaven. In heaven they have faster internet" by the son of that crazy night between Woody Allen and Larry Daivd.

16 mar 2014

Domingo

Pasar una tarde
abrazados
en el sillón.
Quizás con la excusa de una película
o un porro,
o una resaca.
En la cama no,
el sexo fue antes.
Sentir tus manos tibias
pasar por mi mejilla
mi pelo
y mi oreja.
Tibias y quizá un poco sudorosas.
Escucharte hablar
pensar en lo que pienses
en  voz alta.
Responderte
y compartir la dulce conexión de no coincidir ni mierda.
Que me digas algo
que no haya pensado
no haya analizado
o no me guste
no de esa manera.
Replantearme en  silencio
con tu mano tibia y húmeda
en mi mejilla.
Un punto de vista.
Energía.
de dos cuerpos abrazados
sin preguntarse por qué
sin  el miedo de prometer nada
de deber nada
ni responder al día siguiente
Qué fue del amor?

15 mar 2014

El exceso de conciencia me está marchitando. Conciencia física, conciencia emocional, conciencia laboral, conciencia social.


CONCIENCIA FISICA I:

Conciencia física que me repite que la forma de mi cuerpo no se adapta a la forma del  cuerpo que el  ojo general está ansioso por recorrer una y otra vez. Me falta el avistaje de huesos, la panza  plana  y  las piernas largas. Me sobra boca pero me faltan labios. Me sobra carne, me falta pierna. Lejos estoy de la forma de cuerpo que el ojo general está acostumbrado. Mi ojo funciona como ojo particular y ojo general, me conozco y me reconozco, y mi parte general me dice que estoy mal, que esto no, lo otro sí. Que no muestre mis piernas, que me tape los hombros, que disimule la cintura; es decir, que me esconda. El planteo de la salud y el ejercicio es válida, pero en qué momento se me zambulló el pensamiento de que la direfencia entre la forma de mi cuerpo y la forma del cuerpo del ojo general iría a definir la total apreciación de quien soy? En  qué momento empezó a afectar mi amor por mí, por todo esto que soy y que amo, y que ahora creo incapaz de ser mujer, de ser encantadora, de ser fuerte, de ser... porque me falta la panza plana y me sobra carne.

Le gente adora repetir que hay que liberarse de los prejuicios y ser uno mismo. Pero qué tan débil o fuerte se juzga a uno que tiene los ojos abiertos y la capacidad de procesar información?
En qué momento uno lucha por olvidarse de sus imperfecciones con tanta fuerza, tanta decepción, que empieza a quedar sin criterio en la real nimia importancia del asunto?
En qué momento uno logra convivr con la idea de la belleza de la imperfección y cómo afecta cuando un tercero, una mirada, un comentario, nos pone de nuevo en Posición 1, recordándoonos que no, no somos como el ojo general prefiere, no, somos distintos. Distintos para mal.

18 feb 2014

I blame you.

For being an almost
The almost –that almost
Not a story, just a song.

You were my description
The books, the thoughts,
the love for violent minds

The Woods and the cold
The solitaire wonder of one’s head
The favorite novel.

The taste of scotch and the random people
The fireplace hearing
a mouthful of silent messages

Your eyes,
your eyes.

Your big, powerful,
beyond any borders
much absent
heart.

Sometimes between my sheets
and your desperate hugs
it would ask for help. Sometimes.

Hard and dry but still alive
and unhopefully imprisioned
in your mind

Not allowed to wander nor cry
Not allowed to feel for it’s own
fearful of breaking the already torn

It would ask for help. Sometimes.

And there’s your almost.
that’s the yourself that never won

I loved your enslaved heart, I hated YOU.
the sanguineous, the butcher
The lone. The lost.

he who was-and-was-not-there
he who would ask for help, sometimes.
not to me, not this ride
he’s got something that don’t belong.

For the mind has had it’s victory
in a hug that said goodbye
in a kitchen, some last day
The last time he asked me why.