8 abr 2014

El fuego

Explicar la idea del fuego a la gente es, irónicamente, ahogarme en un vaso de agua. El fuego que me quema, que se siente por mis venas cual si fuesen glóbulos amarillos y azules recordando cada milímetro  del interior de mi cuerpo, el fuego. La urgencia de que todo cambie a toda hora, de no quedarme sentada mirando cómo se me escurre la vida por las manos sin retener todo aquéllo que en mi mundo imaginario iría coleccionando de personas, objetos, pensamientos y anécdotas que se quedarían en algún espacio de mi mente y volverían a mí en el preciso instante en el que me siente frente a mi máquina de escribir posicionada milimétricamente en medio de una mesa de madera que da a la ventana del lago con niebla de mi casa de Islandia, dentro de unos 30 a 40 años. Ese fuego que no me llama porque no tiene voz, porque está adentro mío y me hace consumirme lentamente, ese fuego de una agonía feliz que me deparó la vida que elegí vivir desde que tengo recuerdos de querer una vida en especial.

¿Cómo explicarle a la gente el fuego?
El denso dolor del cambio de química en la materia, el calor de la mutación, no la destrucción sino la hipnosis que se siente cuando se mira al fuego y los objetos que lleva dentro e indefectiblemente transforma, haciéndolos bailar bajo el sonido de una madera que se quiebra, una humedad que muere, y si queremos llevarlo a metáforas malgastadas, unas cenizas que se  reducen de las cuales nacen otras cosas.

Yo soy la auténtica chica de Fuego.
Que me vengan a hablar de la actriz del momento y su estúpida película plagio de una mucho mejor que se llama Battle Royale.
Pero mi fuego es interior. Mi fuego  me toca y me quema, y mi cara no queda calma. Mi fuego es invisible, impalpale, inoloro pero está ahí, más real que las verdades científicas. Yo lo conozco, yo lo siento, y no lo  puedo compartir con nadie que tenga miedo de quemarse, porque al quemarse uno muta, aunque la esencia sobrevive, el cambio causa dolor (siempre) y a la gente no le gusta el dolor tanto como a mí, que me carcomo la agonía y algunas veces la vuelvo poesía. Pero no siempre.

El fuego que me exije preguntarme todo, preguntarte todo, entender y saber y si no logro entender por lo menos ponerme en el lugar de quien lo entiende, y tratar de llegar al raciocinio desde esa cabeza y no la mía. El  fuego de hacer cosas que no son propias de mi ser, sólo para saber qué se siente. Abrir la puerta del mundo de  un otro y preguntarme, preguntarte y entender, y si no logro entender por lo menos ponerme en ése lugar.

Hoy un Brasilero me preguntó cómo es que llegué a Kuala Lumpur.


Quote del día: "This is not heaven. In heaven they have faster internet" by the son of that crazy night between Woody Allen and Larry Daivd.