13 dic 2021

Los "Argentinos" de cada continente

 La fama que tenemos los Argentinos es una costumbre que los argentinos solemos tomar con más orgullo que vergüenza.

Ser considerados como los vivos, convincentes y mentirosos del condado es el equivalente cultural a ser ése chico guapo que salía con las chicas más populares y se daba el lujo de romperles el corazón. Ser Argentino es, para nosotros, ésa fama que mezcla un acento ¿sexy? cuando uno dice "Che... Boludo" y ésa picardía que se espera en cualquier momento y a veces da un pase libre para decir una o dos cosas fuera de lugar.

No digo que esté bien. En rasgos generalizados, cada cultura tiene su fama. 

Los Argentinos podemos no admitirlo, pero nos gusta esa fama. Nos da un campo de juego divertido.


Cuando empecé a viajar, yo me llevé esa identidad conmigo en la valija. Y no voy a mentir, ser Argentina me ayudó a romper el hielo en incontables casos en los que uno tiene que ser interesante para hacerse amigos en un país nuevo.


Pero después empecé a entender que no somos los únicos que tenemos ésa fama.

En Latinoamérica, quizá. Pero en el Medio Oriente, hay otros Argentinos. Son los Egipcios.

En Africa, los Argentinos son los Nigerianos. O los Kenianos.

En Asia, los Tailandeses.

Los Argentinos no somos los únicos Argentinos en este mundo.

Los Egipcios tienen, también, ese je ne sais quois que los hace un poquito pícaros, picantes, divertidos y con un poco de peligro. A un Egipcio no me era fácil perderlo en un discurso, sostener una retórica que me hiciera convencerle de algún asunto que se discutiera en la mesa. Ni hablar de negociar con un Egipcio, nunca gané. Cómo me divertía hablar con los Egipcios! Nunca nadie se tomaba las cosas en serio.

Los Kenianos son los reyes del cuento del tío (el "cuento del tío" es el nombre que recibe en Sudamérica (principalmente Argentina, Uruguay, Chile y Bolivia) un tipo de estafa, en la que se aprovecha de la confianza y ambición de las personas por obtener grandes beneficios fácilmente). Cuando la gente de mi oficina no quería venir a trabajar, generalmente la excusa era una abuelita o tía muerta. Había un pibe en mi oficina que mató al menos tres o cuatro abuelas en menos de un año. Yo sabía que era mentira, pero ¿qué le vas a decir? ¿que te traiga el certificado de defunción? No. Encima tenés que jugar su juego y sentirte mal por ellos y desearles lo mejor, cuando sabés, dentro tuyo sabés, que están en la casa tirados con resaca.

Ser Argentina no es ser Argentina sino es ser de éste grupo de personas en el mundo que jugamos haciendo trampa un poquito. No hablo de la trampa turbia, sino la "trampita", el doble sentido, la letra chica, la promesa adornada con moños, confites y guirnaldas.

Hay gente que es eléctricamente irresistible. Y los hay en todos lados y en todas las culturas. Y por suerte fui Argentina lo suficiente como para darme cuenta, y divertirme con éso, con ellos, juntos, sin susceptibilidades de por medio y una chispa de picardía en el ojo. Encontrar complicidad en una persona que se nos hacía diferente es uno de los sentimientos más gratos de este mundo y uno de los mejores sabores de viajar.


Quote del día: (en el "souk", que es el bazaar) "Hello mi friend! Come inside! I have lamps, I have rugs, I have decorations! You want nothing? I got nothing! Come in!


20 sept 2021

La mala educación Vol II.

 Hace mucho tiempo escribí el primer post sobre la mala educación en respuesta a lo que a mí me parecía era una pérdida de valores asociada con la inmersión de las caras de la gente en los telefonitos.

Ese momento en la humanidad en el que dejamos de saludarnos, dejamos de vernos la cara y comenzamos a temer a quienes nos miran a los ojos. Ese momento en el que la vida de un tercero, que hasta quizá nos cae mal, agarra nuestra atención cuando estamos justo enfrente de la gente que más nos importa.
Ese momento en el que una app o cualquier estupidez nos ayuda a escondernos de la innata ansiedad que sentimos todos cuando estamos rodeados de otras personas. 

Callar es más fácil.
No participar es más fácil.
No exponerse es más fácil.
No hacer el ridículo es más fácil.

Pero las relaciones de quien calla son insípidas.
Por obvio que parezca, el silencio es el creador de lo inmóvil.
Y el silencio genera silencio. Y vacío.
Y después la gente se pregunta por qué ya no habla más con quien hubo reído a carcajadas un tiempo atrás.

Las conversaciones con quien asiente en todo son aburridas.
Quien asiente no agrega nada nuevo. Quien asiente, calla.
Quien coincide en todo lo que se dice es un persona sin sal: físicamente es igual a todos, podría ser el manjar más exquisito, pero la decepción viene cuando uno se entera que no tiene gusto a nada.

Callar. Mentir. No saludar. Asentir. No agregar. No inquietarse. No conectar.
Estos creo son los pecados de la Mala Educación.

Y yo me pregunto,
¿Cuándo dejamos de buscar el alma en los otros?



Quote del día: "Hay que aplicar el automarketing" By una *influencer* del momento

15 sept 2021

 Cuando alguien me gusta
(no me pasa seguido)

y sólo quiero hablar y verlo
y que me cuente cosas
y me construya una historia
de todo lo que fue antes de cruzarnos.

No me canso de los abrazos ni los besos
ni de ser acariciada.
Ni de las miradas,
no me canso nunca
de las miradas.

Buscar complicidad,
reírme por dentro
cuando encuentro algo
que resuena con mi alma.

Conocer a alguien y empezar a descubrirlo
sin preguntarse por qué
o para qué
sino simplemente descubrir a alguien
que entre vergüenza y ego
empieza a mostrar distintos rincones.


Cuando alguien me gusta
me vuelvo un bicho raro.

18 jul 2021

Pinches mudanzas

Me mudé exactamente 23 veces desde que tengo 21 años.
11 veces me mudé de país.

23 veces puse todas mis pertenencias en valijas y entré en un lugar nuevo con la ilusión de recomenzar.
No podía recomenzar. No estaba cómoda. No estaba lista.
Eventualmente me di cuenta que el problema no eran los países, o las culturas, o las mudanzas. El problema era que no iba a poder recomenzar si, entre todo mi equipaje, llevaba toda una vida emocional inconclusa. Una madre bipolar y violenta pero llena de amor en sus momentos lúcidos, un padre jugador al que yo adoré toda mi vida aunque haya perdido el patrimonio familiar entero, una cuna de oro que se convirtió en papel de diario, una infancia sin amigos, marcada por las diferentes culpas que impregna el extremismo de la iglesia católica. Yo creía que mi infancia había sido feliz, y cuanto más pienso, más recuerdo todos los momentos que mi mente borró para protegerme.  

La última vez que volví a Buenos Aires fue en Junio del 2019.
Volví para quedarme. Porque necesitaba mis afectos, mi familia, mis amigos, un amor, un poco de raíces.
Mi alma era uno de los agujeros negros de este universo, chupando todo lo que encontraba y destruyéndolo al instante. Era negra, y estaba cayendo infinitamente en un vacío sin gravedad. Yo pensaba todos los días que ése era el día de mi muerte. Nunca lo era.

Hasta que di con Ana y Ana me cambió el juego.
Ana es psicóloga.
Me dijo que tengo que destruir todo lo que construí, y volver a levantarlo con los mismos materiales. Hay muchos que habré de descartar, y muchos otros, que antes no había usado, hoy serán los pilares.

Me puse a trabajar. ¿Y cuál era el trabajo? Salir a caminar. Respirar hondo. Pensar. Escuchar música. Pensar de nuevo. Buscar sentido, o quizás no, quizás amigarme con la idea de que algunas cosas no tienen sentido. Investigar sobre mis padres, de dónde vienen, cómo fueron sus infancias, qué los llevó a ser como son. Investigar sobre mí. Creer en cosas nuevas. Percibir la energía.

Y todo cambió. Cambió para bien.
Del miedo pasé al valor. A encontrar un trabajo que me hace feliz. A ser más yo y menos ella. Ella, mi superyó que menciono en varios textos. Respiré.

Y de pronto, de un día para el otro, en un transcurso muy veloz de la historia, me encuentro en un aeropuerto escribiendo este texto mientras espero mi vuelo a la Ciudad de Mexico. Mexico es el único país en el que siempre estuve a gusto. Antes de volver a Argentina, pensé muy seriamente mudarme a Mexico. Pero no, ese no era el momento. Tenía que ir a mi país, ver nacer a mi sobrino, vivir mi familia, ver mis amigas de toda la vida, acomodarme, rearmarme, tener charlas importantes con muchas personas, encontrar-me.

Ahora sí es el momento.
Y de todas mis mudanzas,
ésta tiene aires de ser la última.

9 jun 2021

Mi mus(o)

Estoy segura de que nuestras almas se cruzaron antes en la historia.
Tu cara,
la reconozco.
Yo te reconocí desde el primer día.

No sé quién fuiste,
quien eras,
pero yo a vos te conozco
desde antes de conocerte.

Quien mostrabas ser,
quien creías que mostrabas ser,
quien te vendías a vos mismo.
Y quien sos
en realidad,
yo lo sé.

Creo que lo que más bronca me dio siempre
es que aun cuando
tus misterios se desnudaban frente mío
vos seguías jugando "el juego"
cuando yo por dentro pensaba
conmigo
no.
Yo te sé.

Pasaron doce años.
Me cruzo con la avejentada imagen
de tu recuerdo
y aunque tu alma antigua 
no guardó recuerdo alguno de mi ser,
y aunque me enseñaste y me heriste más que nadie,
aunque sigas en el mismo planeta que yo
con este silencio insoportable
y este dolor olvidado
y este perdón perdonado,
aunque te odié más de lo que te quise
yo a vos
te escribí los mejores versos.


15 may 2021

Mi dilema con comprar zapatos

 Mi problema con los zapatos es que, cuando quiero un par de zapatos, no paro hasta encontrar *exactamente* el par de zapatos que tengo en la cabeza.
Tienen que ser de la misma tela, el mismo modelo, el mismo color, la misma forma que hay en mi cabeza.
Y a no ser que yo misma me vuelva zapatera, eso nunca -pero NUNCA- pasa.
Yo no sé negociar conmigo misma.

Cuando quise algo, lo quise a fondo. Y lo busqué, en cada rincón de la tierra, lo que tengo en mi cabeza (a esta altura no te debería sorprender el hecho de que nunca encontré nada de lo que buscaba. *exactamente*)
Porque no sé negociar conmigo misma.
Y me pregunto si en realidad no hube encontrado todo, pero no lo ví, porque no era *exactamente*, lo que buscaba.

Al principio pensaba que no parar de buscar o crear era una cualidad de la gente "ganadora". George Bernard Shaw decía que el progreso depende de la persona que adapta el mundo a sí mismo en vez de adaptarse ellos al mundo; y yo quería ser un agente de progreso mucho más de lo que quise ser una persona que se adapta.

Pero George  Bernard Shaw no explicó que su teoría no aplica a todas las cosas. Que se aplica a las grandes cosas que hay que cambiar, quizá una, dos o tres como mucho en esta vida. Me debería haber explicado que es una tremenda pérdida de tiempo pasar dos meses buscando en todas las zapaterías el muy pequeño porcentaje de posibilidad de que a alguien se le hubiera ocurrido *exactamente* el mismo modelo de zapatos que yo tengo en la cabeza. 
Yo no encontré nada. Exactamente. Pero encontré todo, medianamente.
¿nos conformamos con medianamente?

A veces debería. El esfuerzo que se le pone a buscar el zapato perfecto no es el mismo esfuerzo que se le pone a las preguntas más trascendentales de la vida, como ¿cómo paro con las injusticias en este mundo? --- Ahí pues, es donde uno no puede adaptarse.

Yo nunca quise vivir en Argentina, y soñé con llegar a Londres, mi ciudad preferida en el mundo, y trabajar ahí y ser londinense y eventualmente casarme con un señor que dijera "Bo-ehl" en vez de Bottle.

Y el buscar Londres me hizo irme a Nueva Zelanda, una ex colonia inglesa, con la idea de lograr residencia, y entonces pertenecer al Commonwealth, y entonces poder ir a Londres. Ése era mi plan en 2008. Pero luego de varios meses de vivir en Nueva Zelanda, cuando finalmente me ofrecen una VISA para quedarme, la VISA era para ser asistente de cocina en un bufete de abogados. Y yo era mucho más en esta vida que una asistente de cocina, y me pregunté Qué valía más, si Londres o mi carrera. No quería ser una sudaca más, lavando platos, llamándose Mariah, siendo Brasilera o Colombiana o wherever you are from in South America.

Fue el ego? Volví a mi país a ser alguien en vez de quedarme en Nueva Zelanda siendo nadie.
A veces abro una historia paralela en mi cabeza y me pregunto qué sería de mi vida hoy si me hubiera quedado en Nueva Zelanda siendo nadie, y hubiera escalado desde más abajo mi escalera para lograr ser alguien. Quién sabe.

¿Era eso conformarse y quedarse en la mitad de un sueño, no *exactamente* como lo había creado en mi mente, pero que quizás me hubiera funcionado para cumplir mi meta final, que era quedarme en NZ y lograr ser del Commonwealth, y ahí mudarme a Londres?
Estaría hoy en Londres?

"Nothing ever goes according to plan" me decía mi novio kiwi Julian, una de las personas más inteligentes y autodestructivas que conocí en mi vida. Julian tenía razón. 
El plan debe cambiar. 
Siempre.

5 may 2021

Your life together

Había una angustia que no tenía nombre. Yo la sentía, la reconocía, tenía ese sabor que me dejaba pero no estaba materializada en nada. Era un dolor en la parte de atrás de mi pecho. Todos sabemos de qué hablo.

Un día, me empecé a dar cuenta. No era dolor. Era presión.
Y era presión de algo que sentimos todos pero no lo sabemos, o no lo hablamos.
La presión del poco tiempo que hay para "hacer algo con nuestras vidas"

En mi cabeza, yo tengo y tuve una vida fantástica. Muy poca gente puede decir que vivió en las partes más recónditas del planeta y tiene amigos con nombre y apellido en tantos países.
Sin embargo, siento la presión de que "no hice nada con mi vida"

Y mas aun ahora, con los medios y las redes diciéndote que si no sos famoso, o emprendedor, o CEO antes de los 30, no valés tanto.
¿En qué momento empezó esto?

¿En qué momento había un solo paquete de vida?
Estudiar - Trabajar - Tener exito (primero) - Casarse (segundo) - tener hijos.
Si la quedás en alguna de estas etapas, no valés tanto.
Si no tenés un buen trabajo, no valés tanto.
Si no te va bien... sos tibio
Si no te casaste, es porque nadie se quiere casar con vos

En qué momento pusimos tantos términos y condiciones al mero hecho de vivir?

19 mar 2021

( )

Soy un paréntesis.
En la vida de los otros, soy un paréntesis.
Vivía acá. Construía acá. La gente contaba conmigo para sus anécdotas futuras y cercanas. Yo estaba en su mapa y en su historia. Era parte de algo.

Y me fui.
Y volví.
Soy un paréntesis de ocho años.

El mundo siguió, para todos, pero no para mí.
La gente me ve y ve la persona que ellos conocían antes.
Y se relacionan con la persona que yo era antes.
Y me hablan de las cosas que hablábamos antes.

Sí, es difícil adaptarse. Sólo yo conozco mi historia, porque es un poco más compleja que la historia común. 

Yo decidí cambiar de vida, cada 10 meses, por ocho años. Tengo que admitir que no había manera de seguirme el rastro. Yo decidí pasar de vivir en un país asiático, a uno musulmán, a uno tribal, al caribe, a la savana. Yo decidí aprender a hablar inglés en incontables acentos distintos, con lunfardos distintos, con expresiones distintas salidas de culturas distintas donde ninguna se parecía a la mía pero al fin y al cabo todos somos humanos y todos nos parecemos. 

Es inevitable que quienes me conocieron previo a mis viajes, quieran reencontrarse con la persona que se fue. Porque fue a ella a quien extrañaron, a ella a quien esperaron. Fue a ella que le permitieron abrir un paréntesis por tanto tiempo con la ilusión de que un día volviera y pudieran, finalmente, seguir con su relato. 

Pero ese relato se fue tan pronto yo me subí al primer avión.
Y aunque aún soy la persona inocente que se emociona por todo en este mundo, no soy ella.

Resiento la persona que era porque esa persona es quien se quedó con todo. De tanto en tanto me pongo una máscara y juego a ser ella sólo para acomodarme, pero no es real y no soy yo.

Viajar es mucho más solitario de lo que se imaginan.