30 jul 2022

 El sufrimiento más grande de mi vida es elegir la soledad, una y otra vez.
Elegir no abrirme,
poner 73 candados antes de que alguien llegue al núcleo de mi alma.

No querer ó no poder mostrar 
una lágrima
una sonrisa verdadera
sostener la mirada.

No querer sentir.

Sentirme invadida cada vez que una persona busca mi mano,

alertarme ante una caricia,
asustarme ante el interés genuino de otra persona.
Todo lo que quiero me aterra, 
las caricias
los besos
las expresiones de cariño.

Me quiero hacer un bollo chiquitito y llorar
y que alguien me abrace y me diga que todo va a estar bien,
me toque el pelo
me recuerde respirar lento.

Y poder quedarme quieta 
disfrutando la simpleza 
de cualquier expresión de amor.

Carta a una amiga a la que no le puedo hablar.

Hoy perdí una amiga.
Y la verdad, no sé por qué.

Con la cantidad de falta de cariño en este mundo, ¿quién habría de dejar de querer un amigo?
Según ella, la culpa la tengo yo. Con excusas vagas y palabras que no significan nada me explica que tengo actitudes que no le gustan. Que no la llamo lo suficiente ni me preocupo por ella lo suficiente.

Y me hace sentir mal.
Me hace sentir una ser humana incompleta.
Como si yo tuviera una culpa de ser quien soy.

Nunca cambié.
y los cimientos de nuestra amistad se basaron en querer y aceptar quién era cada una.
o por lo menos eso es lo que yo llamo amistad.
El tener una persona conectada con uno mismo, más allá de los juegos que pueda traer el tiempo o la geografía.

Yo no cambié. Nunca cambié quien soy.
No soy perfecta. No soy presente. No llamo para preguntar cómo fue la clase de canto.
Me mudé tantas veces, empecé de nuevo tantas veces, que la vida me lleva a enfocarme en lo que tengo enfrente, y construir cimientos sólidos para lo que no tengo enfrente.
Yo no llamé. Intenté mantenterme cerca.
Me subí dos veces a un avión para verte.

La  traición fue tuya.
Vos quebraste lo que yo llamaba amistad.
Y el enojo es mío.