14 nov 2019

Today.
Today I sit next to Pablo
and grab a blue brush. And a blue watercolor. And a blue Guitar.
and a blue canvas. and a blue face. and a blue tone. and a blue bowl of nothing. and a blue illusion. and a blue road. and a blue cover. and a blue smile. and a blue lie. and a blue friend. and a blue hug. and a blue expectation. and a blue, fast-beating, anxious heart. and a blue face where I pretend I am great and everything is fine.


De las cosas que más odio de ser mina, llorar es la número uno.
Estar haciendo algo, pensando en otra cosa, y de repente que se te caiga toda tu mortalidad y pequeñez en la cabeza como si fuera la manzana de Newton, que no se la vio venir, le dolió y encima tuvo que ponerse a cambiar todo lo que el universo sabía de la fisica hasta ese momento. Por qué será que nosotras, las mujeres, estamos haciendo algo y de repente se nos empiezan a caer las lágrimas como un último escape de tu cara, que no podía aguantarlas más adentro? Y andá a saber qué historia cuenta cada una, de dónde viene, hace cuánto estaba estancada.

Quizás haya algunas viejas de ese momento que te marcó tanto que esa lágrima muy hija de puta se reproduce cada par de años y vuelve como si nunca se hubiera ido. Ese comentario demás. Esa vez que no fuiste fuerte. Ese recuerdo que te gustaría olvidar. Esa persona que robó espacio en tu cabeza al pedo. Ese gusto amargo a vacío interior. Vuelven, esas vuelven y ni tocan la puerta cuando salen porque se sienten como en casa en tu cabeza y van a seguir saliendo indefinidamente. Cada par de años.

Otras son las novatas, las lágrimas no procesadas, de pensamientos que de tanto evitarlos creés evaporarlos, los volvés agua con solucion salina autogenerada. Nunca sabés de que se tratan cuando salen, solo sabés que tienen sabor a angustia nueva. Pero al no decifrarla, no se convierte en materia, por ende el pensamiento evaporado nunca sale de tu cabeza ni aunque le estés dedicando lágrimas anónimas.

Y por último, las omniscientes. Las lágrimas secas. Las que no llorás aunque quieras. Las que no salen, aunque no sepas por qué. Las que son como una navaja nueva, de filo tan perfecto que cortan de lado a lado una vida antes de que te des cuenta que algo pasó ahí. Las reconocerás bien cuando salgan, esperás con más que ganas el dia que salgan, pero la sentís ahi adentro, escondidas debajo de todas las lágrimas populares, no atrás del ojo sino en el pecho, que está lejos del ojo, por si no sabías.