17 may 2008

Fragmento

La música sonaba. Sigus Ros, como siempre, como nunca lo había escuchado. Sigur Rós hoy sonaba distinto, el equipo de música mismo había perdido la sonrisa, la melodía no entraba en sus oídos como cualquier otra vez. Todo lo que un día la alegró hoy se le volvía en contra y le martillaba las venas. La sangre corría tan rápido como podía, pero no lograba agilizarse tanto hasta darle la adrenalina que necesitaba. Eso le hizo recordarle a esos 9 años que lleva de fumadora, alentándose la sangre en las venas, maleducando a su cuerpo, haciéndolo vago y deshechable.
Como se sentía hoy,
Deshechable, débil, liviana.
Tan liviana que podría volar.
Y se acercó al balcón, miró para abajo. Sabía que tendría una sóla oportunidad para volar, ella quería volar, volar y ser princesa, y recorrer las nubes y ver el pasto de mil colores y las tierras teñidas de cosechas y los ríos y los montes y las lagunas, espejos de agua, ríos, arrollos, hasta los charcos. Quería ver los colores del mundo y lo único que se lo impedía eran sus pies arraigados al piso del balcón más fuerte que nunca. Sus pies tenían miedo, un miedo infundible e indescriptible de animarse a volar. No se sentían preparados para amortizar la caída en caso de fracaso. Sus pies, esta vez, eran más sabios que ella, que entre tantos fracasos no creía que le importaría uno más. Una caída más en la vida de uno no hace nada. Y la idea de volar se apoderaba de ella y la deseaba tanto como para hacer caso omiso al resto de su cuerpo.
Y subió al balcón y respiró hondo y cerró los ojos.
Sus pies tenían razón.

Todo estuvo tan calmo desde ese momento…y lo único que se escuchaba era Sigur Rós.


(Majo en "no tengo plata ni para pagar la rent" mode)

11 may 2008

Majo jugando al Solitario Spider.


Podía oler la victoria. Estaba ganando. Estaba ganando como las otras tantas veces que adelanté mis movimientos y ya sabía de antemano que iba a ganar. Quedaba una baraja oculta por resolver, y antes de tirar las cartas pensé: “Sé que voy a ganar, pase como pase que las cartas sean tiradas, y toquen donde toquen…no importa, porque yo ya sé que gano” Y sentí que mi ego se apoderaba de mi ser. No me gustó, nunca pretendí ser presa del ego o de la frágil auto admiración y/o narcisismo. Y en ese mismo momento que se descubren las cartas deseé que tocaran de alguna manera que me hiciera perder. Sólo para aprender una lección de vida. Sí, quería y pretendía que mi lección me la diera un vano juego de computadora. Pero no. Las cartas estaban a mi favor. Volví a asegurarme la victoria, a glorificarme por haberle ganado a la máquina. A caer en el pecado de la soberbia.
Y aquí viene la lección:
Cometí el error de traicionar mis manías.Porque para sentirme más inteligente suelo ponerme la regla de que tengo que descartar un color por vez: negro, rojo, negro, rojo, negro, rojo, negro, rojo. O sino primeros los rojos y después los negros, o algún orden específico.
Y entre tanta gloria y tanta soberbia y tanto fanatismo por burlarme de la estupidez humada y glorificar mi mente ¿superior?, mientras me recobijaba en mi mundo de cualquier cosa menos humildad; descarté dos rojos seguidos.
(Pausa)

No.
No gané hoy.
Me venció mi propia vanidad.