La música sonaba. Sigus Ros, como siempre, como nunca lo había escuchado. Sigur Rós hoy sonaba distinto, el equipo de música mismo había perdido la sonrisa, la melodía no entraba en sus oídos como cualquier otra vez. Todo lo que un día la alegró hoy se le volvía en contra y le martillaba las venas. La sangre corría tan rápido como podía, pero no lograba agilizarse tanto hasta darle la adrenalina que necesitaba. Eso le hizo recordarle a esos 9 años que lleva de fumadora, alentándose la sangre en las venas, maleducando a su cuerpo, haciéndolo vago y deshechable.
Como se sentía hoy,
Deshechable, débil, liviana.
Tan liviana que podría volar.
Y se acercó al balcón, miró para abajo. Sabía que tendría una sóla oportunidad para volar, ella quería volar, volar y ser princesa, y recorrer las nubes y ver el pasto de mil colores y las tierras teñidas de cosechas y los ríos y los montes y las lagunas, espejos de agua, ríos, arrollos, hasta los charcos. Quería ver los colores del mundo y lo único que se lo impedía eran sus pies arraigados al piso del balcón más fuerte que nunca. Sus pies tenían miedo, un miedo infundible e indescriptible de animarse a volar. No se sentían preparados para amortizar la caída en caso de fracaso. Sus pies, esta vez, eran más sabios que ella, que entre tantos fracasos no creía que le importaría uno más. Una caída más en la vida de uno no hace nada. Y la idea de volar se apoderaba de ella y la deseaba tanto como para hacer caso omiso al resto de su cuerpo.
Y subió al balcón y respiró hondo y cerró los ojos.
Sus pies tenían razón.
Todo estuvo tan calmo desde ese momento…y lo único que se escuchaba era Sigur Rós.
(Majo en "no tengo plata ni para pagar la rent" mode)
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