Entraste,
te sacaste los zapatos,
te pusiste cómodo.
Y te mandaste la primer cagada.
Pero no importa, la tapaste con otra cagada.
Y después
todos se olvidaron.
Y entonces abriste la boca,
prendiste un fósforo
y te quemaste hasta el hipotálamo.
Y después te embriagaste,
y te volviste a embriagar,
y te volviste a embriagar.
Con ésta gente que no conocés.
¡Y qué te importa!
Y te reíste,
y deambulaste por la superficie,
te encanta deambular por la superficie.
La gente es más complicada que vos,
y te crea historias y mitos y leyendas y pecados,
y vos sólo hacés lo que querés hacer: mandarte cagadas.
Así es la vida
de las cagadas
de la gente que se manda
cagadas.
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