13 abr 2020

Monopoly

Tiempo de cuarentena. Tiempo de ????, ????? y sobre todo ?????!?!??!

Hay mucho tiempo y poco tiempo para los que no sabemos administrar.
Yo no sé administrar.

Estoy en la casa de mi hermana, de verdes y árboles y sobrinos de edades de amor limpio.
En lo de mi hermana se juega al Monopoly. No de vez en cuando, sino de la manera en la que, en la mayoría de las casas, estamos jugando algún juego compulsivamente todos los días.

Yo no sé administrar.
Es algo que aprendí jugando compulsivamente al Monopoly.
Nunca gano.

Pero aprendo, porque eso es lo que hago yo. Aprendo.

El Monopoly me enseñó que yo apuesto al débil. No me importa mi juego, yo voy a jugar para que el débil se haga fuerte, y para que el fuerte no asfixie al resto.
Juego a buscar igualdad de condiciones. A que todos tengan sus casitas. A que la codicia no gane.
Nunca gano.

Y me pregunto qué tan bien está ser así.
Pues claro que ayudar al débil es lo correcto y que frenar al ávaro también es deseable. Pero en el medio me olvido de mí, también parte de este sistema de juego (de vida?), en el cual, una y otra vez, termino perdiendo, contra el débil y contra el avaro.

Quizá la vida sea así también. Uno no vive del amor, salvo Lucre, mi amiga que construyó su patrimonio familiar con una red de telos.
Uno vive también de tener un poco de egoísmo. Porque sos la única persona que va a pensar en vos. Porque todos estamos tratando de construir casitas. Porque todos ganamos, y al ganar alguien pierde. Es la vida, y se puede ver de varias maneras. Ganar no está mal. Quedarse en el medio está mal. Querer ganar y no poder por pensar que actuar en interés propio es sucio. Me gusta y no me gusta pensar así. Siento que si decido cambiar voy a ir a matar gente hambrienta con mis propias manos.

Ganar no está mal.
Pero va a pasar un tiempo hasta que gane en el Monopoly.

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